Quien piense que es más fácil construir un buen poema libre que un buen soneto, posiblemente esté equivocado.
La diferencia estructural entre ambas composiciones estriba en su extensión, en la medida de los versos y en la rima de modo principal, que en el soneto (excepto cuando se trata de un soneto blanco, en que la rima no cuenta) así lo exige la preceptiva.
Para una mejor comprensión será preferible que nos adentremos un poco en el estudio de estos dos modelos poéticos.
Exigencias del soneto
El soneto convencional -que todos conocemos- lo componen 14 versos, generalmente endecasílabos, distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos con rima consonante, teniendo en cuenta que los tercetos, en cuanto a la combinación de la rima se refiere, pueden estar ordenados de diferentes maneras a como lo están los cuartetos.
Para los cuartetos existen dos modos de construcción más frecuentes, que son:
el llamado serventesio (ABAB:ABAB), en el que riman el primer verso con el tercero y el segundo con el cuarto, o bien el modelo (ABBA:ABBA), en el que riman el primero con el cuarto y el segundo con el tercero.
Existen, sin embargo, estas dos combinaciones más: (ABBA-ACCA) y (ABAB:BCCB).
En cuanto a los tercetos hay mayor libertad, pudiendo darse -entre otras- estas combinaciones: (CDC:DCD y (CDE:CDE).
Para que en un soneto la cadencia sea perfecta, el acento tónico tiene que recaer en la segunda, en la sexta y en la penúltima sílaba. Pero, sobre todo, en la sexta y en la penúltima. También, para mejorar la composición, debe evitarse la rima de palabras agudas como ón, or, ol, etc., y huir en los tercetos de las terminaciones de los cuartetos; que no se parezcan en nada.
Éstas son, a grandes rasgos, las reglas exigibles en el caso del soneto.
No obstante, si lo queremos hacer todavía más difícil se puede añadir dos versos más al final de los tercetos, llamándose estrambote a este conjunto agregado; y si preferimos complicarnos la vida hasta aburrirnos, basta con intentar la creación de un soneto acróstico que, como sabéis, consiste en combinar la primera letra de cada verso de modo que, leída en vertical la primera línea del poema, nos ofrezca el nombre, por ejemplo, de una mujer.
En el caso del poema libre hay muchas personas que lo consideran bastante más sencillo al no sentirse “encorsetadas”; pero están en un error.
Si consideramos la libertad como una actitud indolente ante la propia responsabilidad, les valdrá a quienes no estén sensibilizados en presencia la belleza.
El buen poema es en sí mismo hermosura y no se presta a la despreocupación. La inspiración llega de la mano del trabajo.
Podrá uno sentirse inspirado en un momento dado por cualquier circunstancia, pero ese numen es necesario expresarlo con palabras y es entonces cuando surge el problema: cómo plasmar sobre el papel un sentimiento que nos conmueve.
El poema libre, para que quede redondo exige cadencia, ritmo interno y musicalidad plegada; es decir, que la sonoridad no se manifieste como en la rima consonante o en la asonante, sino que vaya implícita en los versos a modo de una sutil ondulación que nos lleve hasta las más altas cimas de la melodía.
Sin saber que estamos inmersos en un océano de fusas y corcheas poéticas.
Luego, como en el soneto o en cualquier forma de versificación, debe aparecer la imagen escueta y a la vez esplendorosa; el tropo capaz de sumergirnos en las profundas simas anímicas desde donde poder contemplar la esencia de la palabra convertida en emoción. Esto es, en síntesis, lo que yo considero que debe ser más o menos el poema libre.
¿Cree alguien que todos los grandes poetas no han practicado con, o al menos estudiado en profundidad, el soneto?
Me dijo un amigo en cierta ocasión: “Yo sé de un trovero que improvisa todos sus versos y no sabe nada de sonetos”.
Por supuesto que no me lo creí. Al margen de esta anécdota debo decir que quien estudia la preceptiva literaria y se ejercita con el soneto está en mejores condiciones para abordar con éxito el poema libre que quien se limita a, bolígrafo en mano, dar suelta a las palomas blancas de sus emociones, sin saber si habrán de cagarse en el papel que utiliza con tanta ilusión como injusta rebeldía contra las reglas literarias.
Además, el soneto obliga al poeta a buscar nuevas palabras, porque la rima consonante ha de ser variada y, por lo tanto, se hace del todo imprescindible enriquecer el propio lenguaje.
Quien estudia la trayectoria evolutiva de la poesía desde las jarchas, o desde las moaxajas, hasta nuestros días está en mejores condiciones de elaborar un poema libre. Estoy hablando de “estudiar” la poesía y no de, a estas alturas, escribir poemas como se hacía en la época medieval.
Un arte tan profundo como el que estamos tratando demanda del vate dedicación y un mínimo de conocimiento literario. Y ahora, permitidme que ponga un ejemplo comparativo respecto a las dificultades técnicas y expresivas entre un soneto de Raimundo Escribano y un poema libre de Julia Rivero, que me atrevo a publicar aquí sin el oportuno permiso de sus autores. Espero que no les moleste en exceso mi osadía.
COMO LA SOMBRA DE UNA LUZ HERRIDA
De vez en cuando cruzas por la vida
sin ser tú mismo, sin saber quién eres;
sin saber dónde vas, ni lo que quieres
como la sombra de una luz herida.
Y buscas en la niebla una salida.
Sabes que el mundo -hombres y mujeres-
son abejas de Dios pero prefieres
volar a solas, ser tu propia huida.
De pronto te das cuenta. Te has perdido
y preguntas por el desconocido
que alguna vez llevó tu mismo nombre.
Mas nadie te recuerda ni te ayuda
a resolver la más pequeña duda
en el difícil trance de ser hombre.
Este soneto, además de su belleza y de su contenido, tiene para mí la virtud de que el poeta logra en tan sólo catorce versos describir una situación anímica compleja por la que todos hemos pasado alguna vez.
Y en el terceto conclusivo nos dice -o al menos yo así lo interpreto- que estamos solos ante la trascendencia.
¿Nos damos cuenta de cómo en el primer verso del primer terceto la rima es opuesta a la de los cuartetos? ¿Nos percatamos de que el acento tónico recae siempre en la sexta y en la penúltima sílaba y de que por dicho motivo consigue una cadencia impecable?
Y ahora el poema libre de Julia Rivero:
TIEMPO DEL TIEMPO
¿Cuánto tiempo ha pasado?
¡Qué largo el tiempo ...!
Y después de regalarte el alma,
los brotes más jugosos y más verdes;
y después de vivir para tu vida;
y después de ensartarme, cuanta a cuenta,
año a año,
en el cordón sin fin de tu capricho.
¡Ay, amor! Ese tiempo
de amanecidas longas
y noches consteladas.
¡Ay, amor! Ese tiempo
se nos perdió un mal día,
cuando
jugábamos a desquerernos.
Ese tiempo
ya ni tuyo ni mío.
Sólo tiempo del tiempo
perpetual y ebrio,
reinándome y reinándonos a todos.
En este poema, como en el de Raimundo, no falta la cadencia y el ritmo interno se mantiene.
No hay música explícita o desplegada; pero sí, como antes decía, subyacente; una delicada melodía, ni asonante ni consonante, que se percibe más allá de los sentidos ordinarios. Digo “ordinarios” en vez de decir únicamente “sentidos”, porque a través del alma podemos conectar con lo que sólo el espíritu está en condiciones de percibir.
También las licencias juegan su papel en este poema. Julia escribe la palabra “perpetual”, que no existe en el Diccionario, y en cuanto al vocablo “tiempo” se permite la libertad de repetirlo cinco veces, además del utilizado en el título. Pero no molesta, porque para Julia, cuando estaba escribiendo este poema, el tiempo la tenía sojuzgada y eso el lector lo comprende. En cambio, si no hubiera ritmo y emoción, aburriría la insistencia. He ahí un detalle, de los infinitos que existen, del arte poético.
He compartido con vosotros/as un poco de mi tiempo, amigos de Mundoculturalhispano. También vosotras/os -los que solamente leéis- deberías hacerlo para que, entre todos, pudiésemos enriquecer la cultura. Porque estoy seguro de que podéis aportar nuevas ideas al respecto. El mundo, hoy más que nunca, necesita con urgencia la poesía que a todos y a todas nos habita. ¿No os dais cuenta de que la Tierra está en la UCI?
Gracias a
César Rubio (Augustus)Miembro de Escritores Castellano-manchegos y de La Mediterranía.
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