El impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) dio lugar en Europa a un intento de ruptura con la cultura que parecía agotada y al nacimiento de una serie de grupos llamados de “vanguardia” (del antiguo avanguardia, y este de aván, por avante = ‘adelante’, y guardia: avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico).
La acepción primera de la palabra vanguardia pertenece al lenguaje militar: Fracción o parte más avanzada de una tropa, y también el espacio que se extiende a su frente. El término vanguardia en arte y en literatura fue acuñado en Francia tras la guerra del 14 como avant-garde como reflejo del espíritu de lucha, de combate y de confrontación que el nuevo movimiento estético significaba frente al arte académico del siglo XIX.
En Francia comenzó a usarse aplicada a la política entre los socialistas utópicos hasta que adquirió, con Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), el sentido de minoría esclarecida encargada de conducir la revolución. Posteriormente se desarrolló el concepto entre los movimientos artísticos que se proponían romper con las convenciones estéticas vigentes.
Desde el principio, el arte de vanguardia manifiestas abiertamente su rasgo provocador contra lo antiguo, lo naturalista o lo que se relacionara con el arte burgués. Las vanguardias son la expresión de un profundo rechazo a la llamada cultura burguesa. El afán imperialista de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el fracaso de la burguesía en cuanto a conseguir la paz y estabilidad social, provoca un rechazo a la guerra y a la mentalidad burguesa, manifestado en los ismos o movimientos ideológicos contra el arte burgués, surgidos en el periodo que va desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En un periodo de 15 a 20 años, los movimientos de vanguardia revolucionarán las formas y los contenidos. Algunos de estos movimientos pasaron rápidamente, pero otros quedaron incorporados al arte para siempre. El enfrentamiento a las ideas del mundo burgués, surgirán movimientos antiburgueses de tipo fascista, como el futurismo italiano de Filippo Marinetti (1876-1944), que trataba de adaptar el arte al dinamismo de los avances técnicos y ensalzaba el peligro, la energía, el valor y la guerra como la única higiene del mundo: Manifiesto de la literatura futurista (1910). Otros movimientos vanguardistas manifestarán su rebeldía antiburguesa en movimientos proletarios de izquierdas. El surrealismo francés ve la renovación social y cultural en la revolución comunista.
Un año después de lanzado el Manifiesto futurista, Rubén Darío replica a Marinetti diciendo que la palabra “futurismo” ya había sido empleada por el poeta catalán Gabriel Alomar en 1904 y preguntándose si no habría que releer el manifiesto romántico de Victor Hugo, incluido como prólogo del Cromwell, sobre todo cuando reivindica lo “grotesco” y la mezcla de géneros, y si, como dice Marinetti, la “guerra” es la única “higiene del mundo”, ¿qué pasa con la peste?
Los dos grandes movimientos de vanguardia, a través de sus credos estéticos, serán en un principio el exponente de las dos grandes ideologías del siglo XX: el fascismo o nazismo y el comunismo. Al final, estos movimientos vanguardistas serán ellos mismos víctimas de los aparatos culturales de Estado estalinista en Rusia y del nacionalsocialista en Alemania. El futurismo fue víctima de nueva estética de realismo social en Rusia. La vanguardia alemana en pintura será considerada por los nazis como “arte degenerado”. De esta manera, la confrontación ideológica y militar de la década de los cuarenta acabará con los vanguardismos. Pero el impulso vanguardista de crear los fundamentos de un nuevo concepto de arte y de literatura dio frutos duraderos.
El vanguardismo como movimiento artístico intenta hallar nuevas formas de expresión estética fuera de los cánones tradicionales, con intención renovadora, de avance y exploración. Manifestaciones vanguardistas fueron el dadaísmo, el cubismo, el surrealismo, el ultraísmo, el creacionismo. Por extensión, se llamó vanguardista a toda tendencia o corriente innovadora en cualquier campo del conocimiento: el vanguardismo económico, etc.
El común denominador de la vanguardia fue:
- Afán revolucionario por acabar con la tradición estética de corte naturalista, creando un arte completamente inédito.
- Completa y absoluta libertad en el terreno de la forma y –paradójicamente a las circunstancias históricas del momento– un despreocupado optimismo.
- Al principio surgió como arte de minorías, separado del gusto popular, pero progresivamente se ha ido integrando en el actual arte de masas.
- Perpetuo cuestionamiento de las bases estéticas y experimentación continua de nuevas formas, más adaptadas a la expresión de las nuevas experiencias, anticipándose al espíritu de su propio tiempo, en contraste con las ideas y gustos tradicionalmente establecidos.
- Exploración de nuevas formas estéticas.
- Algunos se distinguieron por lo que se ha llamado “irracionalismo poético”, caracterizado por la novedad y la audacia de imágenes.
Una conclusión: las vanguardias fueron las avanzadillas de la sensibilidad creadora de nuestro tiempo.
Paralelos a la Generación del 98, los movimientos vanguardistas buscaban restablecer lo auténticamente lírico y salvar la poesía. La vanguardia constituyen todo un entramado de movimientos artísticos que pretendieron acabar de una vez por todas con varias de las rémoras del academicismo decimonónico en las tres primeras décadas del siglo XX: el ultraísmo, el dadaísmo, el cubismo, el expresionismo y el futurismo.
El surrealismo aparece mencionado por vez primera en una obra de Apollinaire titulada Las tetas de Tiresias (1917); también de Apollinaire son varios manifiestos en favor del cubismo y el futurismo, que él mismo cultivaba. El ultraísmo se coló en España por medio de la tertulia del Café Colonial que organizaba Cansinos-Assens al final de la segunda década del siglo XX; para su difusión, fueron fundamentales las revistas y el apoyo brindado por escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Ramón Gómez de la Serna o Guillermo de Torre. La vanguardia y sus partidarios en España coincidieron en la Generación del 27 para dispersarse posteriormente por distintos países y en diversas corrientes estéticas.
Aunque en muchos momentos se nota un corte fuerte entre modernistas y vanguardistas, lo cierto es que entre ellos hubo mucho en común: la mezcla y convivencia de modernismo y vanguardia resulta eficaz en artes plásticas, particularmente en arquitectura y artes decorativas; por otro lado, no es extraño que un mismo artista haya cultivado ambas estéticas, al mismo tiempo o en fases diferentes de su vida (muchos modernistas, de hecho, recabaron en la vanguardia años más tarde).
El Creacionismo y el Ultraísmo son dos movimientos vanguardistas netamente españoles y se caracterizan por el rechazo de lo sentimental, de lo trágico, de lo subjetivo y de lo íntimo. Ya no es época de cantar al amor, a la muerte, a Dios, ni siquiera al hombre. Estos dos movimientos tienen su vigencia ente 1918 y 1923.
El poeta, por ser creador, debe purificar la literatura de toda la carga moral, filosófica o política que, proveniente desde el Romanticismo, la había impregnado. El arte se convierte en fin en sí misma.
El creacionismo
Fue una corriente surgida al lado del ultraísmo. Su portavoz fue el chileno Vicente Huidobro Fernández (1893-1948), escritor vanguardista chileno, defensor entusiasta de la experimentación artística durante el periodo de entreguerras. En 1918 llega a Madrid Vicente Huidobro, que compara su movimiento creacionista con el imaginismo anglo-americano de Ezra Pound y haciendo referencia al dadaísmo.
Huidobro intenta resolver el conflicto entre naturaleza y arte, formulado por Oscar Wilde con la frase “la naturaleza imita al arte”. Huidobro cree que el poeta ha de crear su poema como la naturaleza crea un árbol. El creacionismo pretende que la obra literaria es totalmente autónoma; el poeta no debe cantar a la Naturaleza, sino imitarla en su creatividad.
El manifiesto del creacionismo: Nada de acción ni de descripción. El sentimiento tiene que salir solamente de la fuerza creadora. Hay que hacer una poesía como la naturaleza hace un árbol. El poeta crea un mundo fuera del existente, un mundo que no existe, pero debería existir. Por ejemplo, si el poeta dice “el pájaro que anida en el arco iris”, presenta el poeta un fenómeno que no existe, que nadie ha visto, pero que todos desearían ver. “En vez de cantar la rosa, hazla florecer en el poema” (Huidobro).
Junto a su introductor en España, el chileno Vicente Huidobro Fernández (1893-1948), hay que destacar al bilbaíno Juan Larrea (1895-1980) y Gerardo Diego (1896-1987) como vinculados al Creacionismo.
Características del creacionismo:
- El poeta debe crear su poema como la naturaleza hace brotar la vegetación.
- El poeta debe prescindir de todo lo anecdótico y descriptivo.
- El poeta en vez de cantar la rosa debe hacerla florecer en un poema.
- El sentimiento tiene que salir solamente de la fuerza creadora.
- En la escritura se suprimen los signos de puntuación y todo lo que dé estructura sintáctica a la frase. Lo mejor forma de composición es la gratuita yuxtaposición de imágenes que no necesitan tener un referente en la realidad.
- La coherencia de la yuxtaposición de las imágenes no necesita tener un hilo conductor.
El ultraísmo
El Ultraísmo tiene bastante en común con el Creacionismo. Desde 1915, el movimiento modernista quedó liquidado. Juan Ramón Jiménez y algunos poetas menores intentan buscar nuevos caminos que fueran “más allá” (en latín “ultra”) del modernismo.
En 1918 comienzan las tertulias de Rafael Cansinos-Assens, rodeado de jóvenes en el Café Colonial de Madrid. Son los gérmenes del ultraísmo, movimiento ultrarromántico que reniega de lo viejo (el modernismo), de la oratoria y la retórica, de los prejuicios moralistas o académicos, y defiende, proclamando que la guerra no ha servido para nada, un estar “adelante siempre en arte y en política, aunque vayamos al abismo”, construyendo la fraternidad universal a través de las nuevas estéticas, siempre “subversivas y heréticas” porque “atacan al régimen y a la religión”.
El primer brote en España de este movimiento subversivo de la vanguardia fue el ultraísmo, cuyo programa vino a reducirse a lo siguiente:
Abandono de lo decorativo modernista y del elemento anecdótico musical y emotivo. Instauración de una poesía esencialmente metafórica, de ahí la rehabilitación del poeta barroco español Luis de Góngora y Argote (1561-1627). La inspiración hay que buscarla en los temas más dinámicos y deportivos del mundo moderno.
Guillermo de la Torre defina así este movimiento:
“El ultraísmo busca la reintegración de lo lírico y la rehabilitación de la poesía. Usa los elementos puros e imperecederos: La imagen y la metáfora, y rechaza todos los elementos extraños: acción, motivos narrativos y retórica”.
Desaparece la rima y queda solamente el ritmo. Desaparecen las conexiones lógicas. Aparecen los valores visuales y el relieve plástico, en vez de la musicalidad y la retórica. En cuanto a los temas, el ultraísmo quiere introducir en la poesía temas hasta ahora no tenidos por literarios: las máquinas, la electricidad, el automóvil.
Obras representativas del ultraísmo:
Hélices (1924) de Guillermo de la Torre y las dos obras
Imágenes (1922) y
Manual de espumas (1924) de Gerardo Diego.
El ultraísmo tiene cierta semejanza con el futurismo italiano. Su valor radica en haber sido precursor.
El ultraísmo nace en el 1919 y muere prácticamente ya cuatro años más tarde. Duró de 1919 a 1923 y no consiguió dejar nada decisivo, pero fue un revulsivo que hizo posible la poesía de los años siguientes.
El ultraísmo se expresó sobre todo a través de revistas, en las que publicaban poetas del círculo de Cansinos-Assens. Estuvieron ligados al ultraísmo Jorge Luis Borges, quien más tarde se arrepentiría de sus devaneos; Ramón Gómez de la Serna, cuyas greguerías estaban muy próximas al culto de la imagen sorprendente e ingeniosa; Guillermo de Torre, en quien abundan los neologismos, las imágenes cinemáticas, el abandono de los signos de puntuación, los juegos con la disposición tipográfica; y además Gerardo Diego, César Vallejo y Juan Larrea. El ultraísmo, a través de Borges, se difundió en Argentina.
También en México hubo una versión peculiar del ultraísmo: el estridentismo de Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide y Salvador Gallardo, cuyo primer manifiesto incluía los nombres de Cansinos-Assens, Borges, Gómez de la Serna, Guillermo de Torre y otros. Ya el poeta mexicano Enrique González Martínez escribía en 1911 su soneto antimodernista “Tuércele el cuello al cisne”.
Rasgos del Ultraísmo
- Influencias del cubismo, del futurismo y del dadaísmo.
- Eliminación de la rima.
- Búsqueda de neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas llamativas.
- Imágenes y metáforas ilógicas: destacan el mundo del cine, del deporte, del adelanto técnico.
- Tendencia a establecer una fusión de la plástica y la poesía.
El dadaísmo
Dada es una palabra francesa que significa ‘caballito de juguete’ y fue elegida por el poeta y editor rumano Tristan Tzara al abrir al azar un diccionario en una de las reuniones que el grupo celebraba en el cabaret Voltaire de Zurich.
Dadá o Dadaísmo fue un movimiento vanguardista literario y artístico surgido en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, caracterizado por su negación de los cánones estéticos establecidos, y que abrió camino a formas de expresión de la irracionalidad. Abarca todos los géneros artísticos y es la expresión de una protesta nihilista contra la totalidad de los aspectos de la cultura occidental, en especial contra el militarismo existente durante la I Guerra Mundial e inmediatamente después.
Aunque los dadaístas utilizaron técnicas revolucionarias, sus ideas contra las normas se basaban en una profunda creencia, derivada de la tradición romántica, en la bondad intrínseca de la humanidad cuando no ha sido corrompida por la sociedad.
Como movimiento, el Dadá decayó en la década de 1920 y algunos de sus miembros se convirtieron en figuras destacadas de otros movimientos artísticos modernos, especialmente del surrealismo. En París inspiraría más tarde el surrealismo. En 1922 el grupo de París se desintegró.
El surrealismo
De “una costilla del dadaísmo” surge en Francia el Surrealismo. En España surgió de los movimientos anteriores hacia 1925 y alcanza su punto culminante hacia 1928.
Los movimientos anteriores buscaban una perfección técnica, una pureza estética y odiaban lo sentimental –tendencia esta que compartían con las artes plásticas del cubismo, etc. La falta de emoción humana y la frialdad intelectual es el resultado.
El surrealismo da un cambio de rumbo. Ahora se busca el “automatismo síquico puro”, la asociación libre de ideas o imágenes, fuera totalmente de la lógica, de la razón. La influencia del sicoanálisis y la “asociación libre” como técnica terapeutica es patente. Se atiende solamente a la presentación del “mundo subconsciente”, de ahí la incoherencia irracional de las relaciones metafóricas, la importancia que adquieren los elementos oníricos y el tono turbulento y angustioso de las alucinadas visiones.
Se da mucha importancia al sueño, que Freud postulaba como la ‘vía regia’ para conocer la estructura síquica de los pacientes. Para los surrealistas, el sueño es una fuente de inspiración poética. El poeta trabaja durante la etapa del sueño. El misterio de toda creación está en las fuerzas inconscientes de la persona creadora. Para los surrealistas, el sueño y la realidad no son contradictorios, sino que se deben fusionar y dar así una “superrealidad”. De ahí que en España se diera a este movimiento el nombre de superrealismo. Los surrealistas o superrealistas rechazan toda actividad consciente y lógica y buscan la expresión de lo irracional, de las fuerzas elementales del alma humana.
El primer poeta español que escribió poesías surrealistas fue Rafael Alberti (1902-1999) en Sobre los ángeles (1930). Vicente Aleixandre (1898-1984), Federico García Lorca (1898-1936) y Gerardo Diego (1896-1987) pertenecieron a este movimiento poco tiempo.
Destacan, por su clara filiación surrealista:
José María Hinojosa (1904-1936)
La flor de California (1926)
La sangre en libertad (1931)
Rafael Alberti (1902-1999)
Sobre los ángeles (1929)
Luis Cernuda (1902-1963)
Los placeres prohibidos (1931)
Federico García Lorca (1898-1936)
Poeta en Nueva York (1929-1930)
Esta obra de Lorca, así como sus piezas teatrales El público y Comedia sin título, y el guión cinematográfico Viaje a la luna, revelan una afinidad con las búsquedas estéticas de Luis Buñuel y de Salvador Dalí, cuyos cortometrajes Un chien andalou (Un perro andaluz) y L’âge d’or (La edad de oro), con guión sólo de Buñuel, son exponentes del surrealismo en el cine.
Con el surrealismo –originado en España como superrealismo independientemente del francés– la poesía ganó un nuevo contenido dramático, después de algunos años de “deshumanización del arte” (Ortega). El tono europeo y antitradicional de los primeros momentos fue sustituido por la integración de la mejor tradición española: Garcilaso de la Vega (1501-1536), San Juan de la Cruz (1542-1591), Francisco de Quevedo (1580-1645), Luis de Góngora y Argote (1561-1627) y Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Esta integración fue fruto de la nueva valoración de la tradición española llevada a cabo por los „poetas universitarios“ (Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso y Gerardo Diego).
La evolución posterior a las vanguardias
Pasado el movimiento iconoclasta del ultraísmo, hay una vuelta a los cauces tradicionales: “Esta generación no se alza contra nadie ni contra nada, ni en lo político ni en lo literario” (Dámaso Alonso), a diferencia del modernismo y del 98. Se admira a los valores y maestros anteriores y a los grandes valores de la lírica nacional, pero se evoluciona manteniendo ciertos valores ultraístas:
§ Libre uso de la metáfora, uno de los elementos capitales del poema.
§ Estilización poética de la realidad.
§ Substitución de lo sentimental, decadente y noble del modernismo por un tono juvenil y optimista, a veces irónico, y escasamente emotivo.
Es el momento de la estilización de lo popular (Lorca y Alberti) y de la poesía pura (Salinas y Guillén). Ambas direcciones entroncan con aspectos de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), quien es maestro común y admitido. La vuelta a lo popular no sólo afecta a los temas, sino también a la métrica. Lorca, por ejemplo, usará la copla tradicional popular y Alberti la del cancionero medieval.
Fuente:Justo López
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